07 May Hoy se ha conocido el fallecimiento en un hospital madrileño de Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño y por ser uno de los más crueles torturadores de las últimas etapas del franquismo
Para Jorge Marqueta Escuer, Secretario de Formación y Estudios del Consello Nazional, es momento para insistir en que, en este caso, sus delitos quedan impunes; además, conviene recordar que la personas que sufrieron sus torturas fueron gentes que lucharon por la democracia, que solo querían que España tuviera un régimen asimilable al resto de los países de su entorno y, sin embargo, lejos de reconocer los esfuerzos y desvelos de las víctimas, quienes fueron los verdugos, no solo no fueron condenados, sino que los gobiernos, incluso en democracia, los colmaron de ascensos, prebendas, ventajas y protección. Blindándolos legislativamente.
En este caso muere sin que se le retiraran su extraordinario sueldo, derivado de sus medallas dotadas económicamente, los honores y condecoraciones.
Fue inmune ante la Ley internacional. Ni siquiera cuando la jueza argentina María Servini lo procesó por un presunto delito de lesa humanidad prosperó la demanda, puesto que la Audiencia Nacional española consideró en 2014 prescrito el delito.
En este momento, Marqueta insiste en que la sociedad española en su conjunto debe reflexionar acerca de no solo de la impunidad, sino incluso de los privilegios, que han gozado torturadores, psicópatas y asesinos; debe reflexionar si la respuesta y la legislación española, con la preconstitucional Ley de Anmistía todavía en vigor, es acorde con el Derecho Penal Internacional y con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Recordó que Chunta Aragonesista instó en el Congreso de los Diputados la derogación de esa Ley, sin éxito, puesto que las sucesivas mayorías parlamentarias entienden, erróneamente, que esa Ley supone la superación de la guerra de España y sus devastadoras consecuencias durante cuarenta años. Nada más lejos de la realidad. Para Marqueta, una Ley de punto final supone un cierre en falso de una etapa terrorífica de nuestra historia contemporánea. Obviar el pasado o blanquearlo, no lo modifica.
La sociedad española debe pensar si, en 2020 es ya momento de reconocer su triste historia de 1936 a 1975, investigar los crímenes franquistas, conocer las siniestras políticas llevadas a cabo en su solar durante cuarenta años de genocidio sistemático, como han hecho otras sociedades que han sufrido atrocidades semejantes, como la República Federal Alemana.