
23 Ene Los palomares tradicionales: un tesoro etnológico que Teruel debe preservar
Por Javier Carbó, Secretario Territorial de CHA en las comarcas turolenses
Aragón, y especialmente las comarcas turolenses, atesoran un patrimonio cultural y arquitectónico singular que a menudo pasa desapercibido: los palomares tradicionales. Estas construcciones, auténticos testigos de la historia rural, representan una herencia etnológica que merece protección y reconocimiento. Con 69 de los 84 palomares registrados en Aragón ubicados en Teruel, las comarcas turolenses lideran un aspecto significativo de nuestro legado que no debe ser ignorado.
La cría de palomas es una actividad ancestral en las sociedades mediterráneas. Desde los egipcios y los griegos hasta los romanos, que extendieron su práctica por la Península Ibérica, las palomas han jugado un papel crucial en la alimentación, la agricultura y la comunicación. En el caso de los palomares tradicionales, su diseño responde a una economía de subsistencia, conjugando funcionalidad con integración en el paisaje rural.
Estas edificaciones, ya sean torres exentas en campos abiertos o anexos a viviendas, son piezas únicas de la arquitectura popular. Con formas circulares o cuadradas y construidas en adobe, mampostería o piedra sillar, los palomares destacan como elementos distintivos en los paisajes aragoneses. Su ubicación estratégica, orientados al sur para protegerse del frío y aprovechar la insolación, revela un conocimiento profundo del medio rural y sus necesidades.
El papel de los palomares en la economía rural del pasado fue notable. Los pichones proporcionaban carne, mientras que la palomina, un abono rico en nitrógeno y ácido fosfórico, impulsaba la fertilidad de los campos. Además, la colombofilia –la cría de palomas mensajeras– añade una dimensión histórica que conecta estas construcciones con aspectos culturales y sociales más amplios.
Sin embargo, este patrimonio único se encuentra amenazado. Muchos palomares están en estado de abandono, sometidos a la erosión del tiempo y la falta de mantenimiento. A pesar de su importancia, carecemos de un inventario exhaustivo y de un plan de acción para su conservación y restauración. El SIPCA recoge apenas 84 fichas descriptivas, un número claramente insuficiente frente a la cantidad real de palomares existentes, muchos de ellos inéditos o mal documentados.
La comarca del Jiloca, donde la densidad de estas construcciones es mayor, debería servir como referencia para un modelo de protección extensible al resto de Aragón. En este sentido, los palomares podrían convertirse en un atractivo cultural y turístico, contribuyendo al desarrollo económico de nuestras comarcas y ayudando a combatir el declive demográfico que afecta a muchas de ellas.
En la comarca fronteriza, destaca Cerveruela (Campo de Daroca) en cuyo término municipal hay dos palomares, uno de los cuales ya está restaurado y es un banco de semillas y el otro inicia los trámites para su recuperación gracias a la iniciativa vecinal del municipio.
Desde CHA proponemos un plan integral que contemple una catalogación exhaustiva de los palomares tradicionales en Aragón, con especial atención a las zonas rurales más despobladas, además de impulsar la protección y restauración de estos edificios, asegurando su integridad arquitectónica y cultural. Sin olvidar la necesaria promoción y puesta en valor de los palomares como recurso turístico y educativo, integrándolos en rutas culturales que potencien el atractivo de nuestros pueblos.
El esfuerzo por conservar los palomares no es solo un ejercicio de nostalgia. Es una apuesta por reconocer y proteger las raíces de nuestra identidad rural, otorgando un nuevo significado a estos símbolos del ingenio humano y la armonía con la naturaleza.
Aragón cuenta con una oportunidad única para demostrar que el desarrollo y la conservación del patrimonio pueden ir de la mano. Los palomares tradicionales, con su historia y funcionalidad, son un recordatorio de la riqueza cultural que nos rodea y que tenemos el deber de preservar para las generaciones futuras.
El desafío está planteado. Es hora de actuar.