Zaragoza pierde su único campo de juegos tradicionales: un golpe al alma cultural de Aragón

Chuaquín Bernal, presidente de CHA-Zaragoza

En un rincón de Zaragoza, donde una vez resonaban los ecos del esfuerzo y la destreza de quienes practicaban el tiro de barra aragonesa, hoy solo queda el vacío.

El único campo dedicado a este deporte tradicional, situado en la Instalación Deportiva Elemental “Jesús García Mallén”, ha sido demolido para dar paso a una residencia privada de estudiantes.

Este hecho no es solo un golpe al deporte, sino también un doloroso recordatorio de cómo las tradiciones que definen nuestra identidad aragonesa están siendo arrinconadas, a menudo en nombre del progreso urbanístico.

El tiro de barra aragonesa no es simplemente un juego. Es una tradición centenaria que encarna los valores de esfuerzo, precisión y compañerismo, transmitidos de generación en generación. Sus orígenes se pierden en la historia, lanzando barras metálicas como prueba de habilidad y fuerza. Esta práctica, que forma parte del patrimonio inmaterial de Aragón, simboliza un vínculo con el pasado que no debemos permitir que se rompa.

La demolición de este campo, que había sido inaugurado en 2010 como un espacio seguro y adecuado para el desarrollo de juegos tradicionales, deja a las y los practicantes sin un lugar donde continuar esta actividad. Años de encuentros, competiciones y aprendizajes han quedado reducidos al polvo de una obra más en el paisaje urbano. Pero este suceso no ocurre de manera aislada; es parte de un panorama más amplio de recortes y desinterés hacia el patrimonio cultural y deportivo de Aragón.

A principios de 2024, el Ayuntamiento de Zaragoza anunció un recorte del 40 % en las ayudas culturales, pasando de 850.000 a 500.000 euros anuales. Esta drástica reducción afecta directamente a proyectos que buscan preservar y promover la cultura aragonesa, incluidas expresiones artísticas, eventos tradicionales y deportes autóctonos como el tiro de barra. Además, la eliminación del Consejo de Cultura, un espacio de diálogo entre las instituciones y las entidades culturales, ha limitado las posibilidades de participación ciudadana y ha silenciado voces cruciales para la defensa del patrimonio.

En un mundo donde lo global amenaza con devorar lo local, Aragón enfrenta el desafío de proteger lo que nos es propio. Manifestaciones vivas que fortalecen el tejido social, crean comunidad y aportan un sentido de pertenencia. Reducir los recursos destinados a ellas es una decisión que tendrá consecuencias a largo plazo, no solo para quienes participan directamente, sino para la identidad cultural aragonesa.

La desaparición del campo de tiro de barra es un síntoma de una crisis más profunda. La cultura y el deporte tradicional no deben considerarse un lujo, sino una necesidad. Son herramientas esenciales para contribuir a mantener vivo el espíritu de Aragón, para educar a las generaciones futuras sobre el valor de nuestras raíces y para ofrecer espacios de cohesión en una sociedad que cada vez más busca lo efímero.

El tiro de barra aragonesa, como otros juegos tradicionales, representa mucho más que una actividad física. Es una forma de preservar la memoria colectiva, de conectar a las personas con su historia y de enseñar valores que trascienden el tiempo. Su práctica fomenta la unión, la perseverancia y el respeto por la tradición, cualidades que son tan relevantes hoy como lo fueron hace siglos.

Sin embargo, sin espacios adecuados para su desarrollo, estas actividades corren el riesgo de desaparecer. Las instituciones públicas tienen la responsabilidad de garantizar que estas tradiciones no solo sobrevivan, sino que prosperen. Esto requiere no solo inversión económica, sino también un cambio de mentalidad que valore el patrimonio como un recurso estratégico para el desarrollo social y cultural.

La desaparición del campo de tiro de barra en Zaragoza es una llamada de atención para todas y todos. ¿Cómo queremos que nos recuerden las generaciones futuras? ¿Cómo una sociedad que protegió y valorizó su herencia o como una que la sacrificó en nombre del urbanismo y la indiferencia? Aragón tiene una riqueza cultural inmensa, pero esta riqueza no se conservará sola. Requiere cuidado, inversión y, sobre todo, voluntad política y social.

Zaragoza tiene la oportunidad de liderar el esfuerzo por preservar y promover el patrimonio aragonés. Esto no solo beneficiaría a quienes practican deportes tradicionales o participan en eventos culturales, sino también a toda la comunidad, al reforzar el sentido de identidad y pertenencia que estos deportes inspiran.

Aragón y sus Cortes tendrán la oportunidad de apoyar la iniciativa parlamentaria presentada por CHA en la defensa de los deportes tradicionales aragoneses.

La cultura no es un recurso renovable; una vez perdida, es casi imposible recuperarla. La desaparición del único campo de tiro de barra aragonesa en Zaragoza debe ser un punto de inflexión, un momento para reflexionar sobre nuestras prioridades y actuar en consecuencia. Las instituciones deben buscar soluciones inmediatas para reubicar la práctica de este deporte y garantizar espacios para otras actividades tradicionales. La ciudadanía, por su parte, debe exigir que la cultura sea una prioridad, no una partida prescindible en los presupuestos públicos.

Proteger el tiro de barra aragonesa y otras tradiciones no es solo un acto de preservación histórica; es una inversión en nuestro futuro, es cumplir con el Estatuto de Autonomía de Aragón y con la ley del deporte de Aragón. Es un recordatorio de quiénes somos y de qué valores queremos transmitir a las generaciones venideras. En última instancia, la lucha por el patrimonio cultural es una lucha por nuestra propia identidad como pueblo.

Que esta pérdida no sea el fin de una tradición, sino el comienzo de un renovado esfuerzo por proteger lo que hace único a Aragón. La cultura no puede ser relegada a un segundo plano, porque es el alma misma de quienes somos. Y ahora, más que nunca, esa alma necesita ser defendida con fuerza y determinación.



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