
23 May El eterno retorno presupuestario en Aragón
José Luis Soro Domingo, Portavoz Grupo Parlamentario Chunta Aragonesista
Dicen que el tiempo es lineal, pero en Aragón hemos encontrado la forma de doblarlo. Como si fuésemos un spin-off aragonés de “Dark” la serie de una conocida plataforma televisiva. Aquí no avanzamos hacia el futuro: volvemos siempre al mismo punto, al mismo presupuesto, como si los años fueran un bucle infinito.
Tenemos una “triple P”: La Prórroga Presupuestaria Permanente, como esas tradiciones que nadie recuerda por qué empezaron pero que se siguen haciendo…
El actual Gobierno de Aragón, que tiene el mérito histórico de haberse roto a una velocidad política no conocida en estas tierras, nunca antes aquí otro ejecutivo duro tan poco tiempo, ha conseguido otra nueva hazaña política: vivir medio año, y lo que nos espera, sin aprobar un presupuesto para 2025.
Al final va a resultar que gobernar sin presupuestos es más cómodo: nada de negociar, ni pactar, ni cumplir con ese incordio que es el Reglamento de las Cortes. ¿Para qué sufrir políticamente si puedes prorrogar y ya?
El texto normativo que nos hemos dado, el que marca las reglas e incumbe a todas las partes, dice que hay que presentar un proyecto de ley de presupuestos en forma y fecha. Lo pone, pero en este mundo negacionista vamos a dar todos los datos porque seguro que habrá quienes lo quieran desmentir, pero no.
Artículo 188 del Reglamento de las Cortes de Aragón, relativo a “la elaboración y presentación a las Cortes”. En su punto primero expone:
– “Corresponde al Gobierno de Aragón la elaboración del proyecto de ley de presupuestos de la Comunidad Autónoma para cada ejercicio”.
En su punto segundo fija la fecha:
– “El proyecto de ley de presupuestos deberá ser presentado a las Cortes antes del inicio del último trimestre del ejercicio anterior”
Pero en Aragón hemos decidido que las leyes están para observarlas, como quien mira una enciclopedia antigua: con respeto, pero sin mucha intención de usarla.
Así, seguimos con las cuentas de otro tiempo, de otro contexto, de otro Gobierno. Una especie de arqueología financiera política.
Mientras tanto, los departamentos del Gobierno de Aragón hacen malabares para mantener servicios y prestaciones con recursos que no fueron pensados para este momento. La inversión pública, en pausa; los convenios, en el limbo; y alcaldías y presidencias comarcales, con más incertidumbre que certezas. Y lo peor de todo: nadie puede garantizar que la cosa cambie en 2026. Ni en 2027. Ni nunca. Podríamos terminar incluso la legislatura, entera, con un único presupuesto aprobado. Aragón como modelo de un ecosistema propio de economía estacionaria: sin crecer, ni decrecer, sin moverse.
Llegado este punto alguien podría pensar: “Oye, y si esto no funciona… ¿por qué no se plantea una cuestión de confianza?” Buena pregunta. La respuesta es aún mejor: porque implicaría asumir que en Aragón hay un problema. Y eso ya es mucho pedir, pero resulta que el Estatuto reformado sí nos permite que el presidente Azcón convoque elecciones anticipadas. Es decir, que se nos reconoce el derecho democrático a volver a votar, no solo cuando toca, sino cuando es necesario.
Y, sin embargo, aquí seguimos, esperando a que alguien pulse ese botón electoral. Porque, ojo, hacerlo tendría alguna ventaja política colateral enorme: permitiría desligar el debate aragonés del ruido madrileño. Seríamos además pioneros: las primeras elecciones anticipadas de la historia democrática Aragón.
Pero para eso haría falta valentía, visión de futuro para querer resolver los problemas de Aragón… o simplemente reconocer que lo que hay no da más de sí. De momento, nos conformamos con seguir en esta prórroga infinita, como si la política fuera un partido de fútbol eterno que nunca se decide. Ni prórroga, solo al modo del “penalti más largo del mundo”, la película estrenada hace ya veinte años.
Aragón innova, hemos inventado el gobierno sin gobernar, el presupuesto sin actualizar y la legislatura sin legislatura. Quién nos lo iba a decir. Nos prometieron un Aragón nuevo, distinto. Y vaya si lo es.