El vino del Matarraña exige respeto, apoyo y futuro

Javier Carbó Cabañero, Secretario Territorial de CHA en las comarcas turolenses

El vino no es solo un producto de nuestra tierra: es cultura, es economía, es paisaje, es identidad. Las viñas que moldean el Matarranya y otras comarcas aragonesas no solo generan empleo y valor añadido, sino que también forman parte del alma de nuestros pueblos. En un momento crítico como el que vive actualmente el sector vitivinícola aragonés, resulta imprescindible abandonar el inmovilismo institucional y activar un conjunto de medidas políticas y económicas que permitan frenar su deterioro y apostar decididamente por su futuro.

La Feria del Vino de Cretas no solo es una cita festiva. Es también una oportunidad para escuchar a quienes trabajan la tierra, elaboran el vino y luchan por sostener el tejido productivo de una comarca como el Matarraña, rica en potencial pero desequilibrada en apoyo institucional si se la compara con sus vecinas. Frente a los desequilibrios históricos en inversión, promoción o reconocimiento (como ocurre con la falta de una denominación de origen propia para los vinos del Matarranya), es urgente que las administraciones públicas actúen de forma coordinada para garantizar un trato justo a nuestros productores y una apuesta firme por el desarrollo sostenible del territorio.

No podemos obviar, además, que esta crisis estructural se agrava con amenazas externas como los aranceles impulsados por Trump y defendidos ahora por los nuevos aliados del PP en Europa. Estas políticas proteccionistas, profundamente injustas, penalizan la calidad y el esfuerzo de quienes trabajan día a día para colocar el vino aragonés en los mercados internacionales. Mientras se plantean imponer barreras a nuestros productos, desde los gobiernos de España y Argón debe darse una respuesta clara y firme del sector vitivinícola aragonés.

Desde Chunta Aragonesista reclamamos medidas inmediatas que incluyan ayudas directas por hectárea vitivinícola, el impulso de una vendimia en verde con fondos del programa de Intervención Sectorial Vitivinícola (ISV), y la habilitación de líneas de financiación específicas para cooperativas y bodegas que sostienen el músculo económico y social de nuestras comarcas. También es fundamental avanzar en infraestructuras de regadío como las balsas laterales del Algars y del Tastavins, sin las cuales la viabilidad de muchos cultivos sigue pendiendo de un hilo. No menos importante es apostar por el enoturismo como una herramienta de promoción, diversificación económica y fijación de población.

Es hora de actuar. El sector vitivinícola no puede esperar más, ni soportar más indiferencia institucional. Hablamos de dignidad rural, de justicia territorial, de defensa activa de lo nuestro frente a intereses que miran hacia otro lado. En el vino del Matarraña y de tantas otras zonas de Aragón está también la posibilidad de construir un modelo económico más arraigado, más justo y más respetuoso con nuestra identidad. Si no lo defendemos ahora, corremos el riesgo de perder una parte esencial de lo que somos.



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