
22 Oct Fendo Camín Ardisa (21-10-2024)
Retomamos nuestro recorrido por la provincia de Zaragoza en Ardisa, en las Cinco Villas, en el límite de la provincia de Zaragoza con la de Huesca, a la que se llega atravesando el puente sobre el embalse homónimo, dejando atrás el pueblo en dirección a Biscarrués.
En Ardisa las calles están vacías. Ni un alma las recorre. Es la hora casi de comer, y los únicos vecinos con los que cruzamos unas palabras amables están en el bar, ubicado en la plaza, junto a la casa consistorial. Nos acogen con mucha amabilidad nuestros compañeros José Ángel Tresaco y Álex Pardos, que viven encantados en Ardisa, aun a pesar de que la localidad pierde sus encantos a medida que nos van contando sus preocupaciones.
Y es que en Ardisa también la sanidad rural es un problema, como así lo muestran los carteles SOS SANIDAD RURAL que están en diversos lugares del pueblo. En el recorrido por las desiertas calles nos muestran el «punto limpio», por llamar de alguna manera a un cuadrilátero de malla totalmente colmado de muebles, maderas, cartones y todo un amasijo de restos que los vecinos han depositado. ¡Es de tan mal gusto la ubicación de un punto limpio en la mejor parte del pueblo, con vistas a los Mallos de Riglos y la chopera que casi oculta el río Gallego, por el que hace tiempo bajaban las navatas…!
Llaman la atención los árboles del pueblo, en especial, en el paseo que va hacia el embarcadero y en el entorno de las piscinas, junto al antiguo lavadero de los años 30 del siglo pasado y recuperado en 2009. Es realmente agresiva la poda de los plátanos de sombra, ahora destrozados, con unos muñones que hacen saltar las lágrimas. Las podas, evidentemente, han sido a golpe de motosierra.
Las mismas lágrimas nos surgen al saber que el agua de boca no es potable desde hace décadas, debido a la presencia del lindano en el cauce del Gállego, haciéndola poco o nada apta para el consumo humano, con todo un acuífero contaminado.
Compartimos la comida entre amigos en el horno municipal, un recurso para uso libre de los vecinos y vecinas, en especial empadronados, pero también para aquellos que tienen su segunda residencia en Ardisa. Quizás todos los pueblos deberían tener un lugar así, un espacio comunitario donde asar unas chullas y compartir unos porrones de vino, refrescos o cervezas alrededor de la lumbre, equipado con todo lo necesario para una comida entre amigos. Un lugar donde las conversaciones siempre son interesantes, no sólo por lo que se habla sino por el placer del encuentro entre vecinos y vecinas, haciendo Comunidad.