La juventud necesita blindar el derecho al techo

Marina Rodríguez Hernando, coordinadora nacional de Choventut Aragonesista

El 15 de septiembre, la Sala Ernest Lluch del Congreso acogió un espacio donde mujeres, márgenes y vivienda se entrelazaron para repensar la política desde lo cotidiano y desde los cuerpos que habitan el territorio. Allí, convocadas por Verdes-Equo, se compartió lo que ya es una certeza, y es que la vivienda no es un bien de mercado, es un derecho que sostiene la vida, un derecho sin el cual hablar de igualdad o de democracia es hablar en falso.

En ese marco llevé la voz de la juventud aragonesa, porque pocas veces se nos escucha en primera persona. Estamos acostumbradas a que, normalmente, seamos cifras en estadísticas, menciones en discursos institucionales o notas al pie en informes. Y, sin embargo, sin nuestra experiencia el diagnóstico está incompleto. Lo que ocurre con la juventud en Aragón es un verdadero derrumbe social, emanciparse se ha convertido en una misión imposible.

Alquilar en solitario exige destinar el 72% del salario juvenil, comprar requiere más de tres años y medio de ahorro íntegro para la entrada y un 55% del sueldo mensual para la hipoteca. Todo ello en un contexto marcado por una clara desigualdad laboral basada en la temporalidad, la precariedad, el paro y la falta de oportunidades laborales dignas.

Lo que necesitamos no son lecciones de moral, sino políticas públicas eficaces y permanentes, no sólo parches que engorden los bolsillos de los rentistas. Necesitamos que se reconozca la vivienda como un derecho fundamental en la Constitución. Necesitamos un parque público de alquiler asequible, con prioridad para la juventud. Necesitamos blindar la vivienda protegida para que no pierda su carácter social con el paso de los años. Necesitamos rehabilitar y adaptar viviendas en el medio rural, para que la juventud pueda fijar allí su proyecto vital si lo desea. Y necesitamos, sobre todo, construir una nueva cultura de la vivienda que la entienda como un derecho social ligado a la dignidad, a la igualdad y a la vida en comunidad, no como un bien especulativo.

Porque un hogar no son solo ladrillos, también es la base material de la emancipación, de la igualdad y de la justicia social. Sin vivienda, no hay autonomía posible y tampoco hay futuro para nuestros pueblos y ciudades. Imaginar otra política de vivienda no es un ejercicio teórico, debe ser una urgencia democrática, un compromiso con la juventud y con la vida digna de quienes vendrán detrás.

Deberíamos ser un referente de políticas que unan justicia social, transición ecológica y equidad territorial, porque garantizar la vivienda no es solo un acto económico, sino un acto de esperanza, un gesto de humanidad, la piedra angular de una sociedad feminista, inclusiva y sostenible, un hogar compartido donde todos los que sueñan con vivir con dignidad puedan encontrar su lugar.

Sin embargo, bajo los tiempos del Partido Popular en Aragón, este sueño se disuelve como arena entre los dedos, y las políticas caminan hacia atrás, lejos de poder construir colectivamente la ciudad cuidadora que podría ser, alejando la promesa de hogares dignos y comunidades que se sostengan unas a otras. Desde luego, frente a todo esto, nos tendrán enfrente y habrá que hacer lo posible para que otro futuro, otras políticas y otras ciudades puedan llegar a ser.



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