Las camas se van, Bancalero se queda

Javier Carbó Cabañero, Secretario Territorial de Chunta Aragonesista en las comarcas turolenses

En Las bicicletas no son para el verano, Fernando Fernán Gómez nos ofrecía, a través de los ojos de un niño, una guerra que no entraba por la puerta, sino que se colaba por las rendijas de la vida cotidiana. Una guerra que interrumpía los sueños, las rutinas, las pequeñas aspiraciones. En esa obra, la bicicleta —símbolo de ocio, de infancia, de una vida que se cree normal— se convertía en un lujo imposible, una promesa aplazada por un conflicto mayor.

Hoy, casi un siglo después, en otro escenario y con otros protagonistas, Teruel revive esa misma sensación de espera forzosa, de abandono resignado. Solo que ahora, lo que no es “para el verano” no es una bicicleta, sino algo mucho más grave: la sanidad pública.

Cincuenta y siete camas cerradas en plena temporada estival. El 20% del total disponible en los hospitales Obispo Polanco y San José. No es una estadística: son cuerpos que esperan, profesionales saturados, riesgos que se multiplican. Son ausencias que duelen. Y un agravio que se repite.

Una vez más, Teruel sufre un castigo silencioso en su legítimo derecho a una sanidad digna, bien dotada, sin discriminación geográfica. Un castigo que llega puntualmente cada verano, con la exactitud cruel de un reloj suizo, pero con las consecuencias de una condena perpetua.

La historia se repite como un eco grotesco, como si el guion lo hubiera escrito Segundo de Chomón, pionero del cine fantástico, que hoy podría haber rodado esta tragicomedia sanitaria con camas que se evaporan entre junio y septiembre. En sus películas, los objetos cobraban vida y la lógica se deshacía. Aquí, es la lógica sanitaria la que se esfuma, sustituida por decisiones tan opacas como inverosímiles.

No se trata solo de exigir explicaciones al consejero José Luis Bancalero. Se trata de visibilizar un patrón, de denunciar una estructura de abandono. Año tras año: saturación del personal, aumento de la demanda, decisiones sin diálogo sindical, y esa perpetua sensación de provisionalidad que ya no es coyuntura, sino síntoma.

Y esta misma semana han comenzado las movilizaciones en la calle y habrá que seguir antes de que el recorte se haga inevitable. Estamos a tiempo y es necesario hacer un llamamiento a la participación ciudadana en estas convocatorias.

Porque sí: en Teruel, las camas tampoco son para el verano. Y no se trata de cifras ni de balances. Se trata de dignidad. Se trata de recordar al Gobierno de Aragón que aquí no se administra una sucursal sanitaria, sino un derecho básico reconocido. La salud no puede someterse al ahorro, ni medirse con la regla de la contabilidad.

Segundo de Chomón nos enseñó que, en el cine, lo imposible puede suceder. Pero fuera de la pantalla no hay trucos. Aquí, Teruel enferma. Y espera. ¿tú te vas a esperar? o ¿te vas a movilizar?



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