
05 Jun Los treinta años de CHA en las Cortes de Aragón
Por Isabel Lasobras Pina, Secretaría General de Chunta Aragonesista y Portavoz Adjunta en las Cortes de Aragón
En mayo de 1995, Chunta Aragonesista logró, por primera vez, representación en las Cortes de Aragón. Nueve años después de su fundación como partido político, el aragonesismo de izquierdas encontraba, por fin, su lugar en el hemiciclo, dotando de institucionalidad a una sensibilidad política nacida del tejido social, cultural y territorial de nuestro país.
Las palabras que por aquel entonces pronunció nuestro primer portavoz parlamentario, Chesús Bernal —“Estamos aquí para que Aragón deje de ser el olvido entre dos potencias y empiece a ser sujeto de futuro”— no han perdido vigencia.
Las perspectivas para el futuro han cambiado, sí, pero Aragón sigue necesitando audacia ética, mirada larga y voluntad política para construirse como sujeto político.
Desde aquella primera legislatura, CHA ha mantenido una presencia ininterrumpida en el Parlamento aragonés. No como un fenómeno efímero, tan propio de esta era de política líquida que describió el filósofo polaco Zygmunt Bauman. Nuestra trayectoria es el resultado de una acción política coherente, sostenida y comprometida, gracias al trabajo honesto de quienes han ocupado los escaños y de quienes, desde posiciones menos visibles, han sostenido el pulso diario de nuestra labor institucional en las Cortes.
Treinta años después, y con todos los errores cometidos —inevitables en cualquier camino que no quiera ser decorativo—, el aragonesismo progresista ha conseguido articular un proyecto político vivo, con vocación transformadora, enraizado en el territorio y atento a las aspiraciones sociales, ecológicas y culturales de nuestro tiempo. Esta efeméride, por tanto, no debe leerse como mero ejercicio de memoria, sino como una invitación a mirar hacia adelante, a repensar el papel de Aragón en un mundo nuevo.
Muchos de los desafíos estructurales que motivaron nuestra entrada en las Cortes siguen hoy abiertos: la despoblación, la infrafinanciación autonómica o la carencia de un poder político pleno. Pero el contexto actual ha mutado profundamente. Las crisis ecosociales, la globalización, las transiciones tecnológicas y los nuevos modelos productivos exigen una actualización del marco político. Y en esa tarea, el aragonesismo debe seguir siendo brújula en las Cortes de Aragón.
Defender el autogobierno, los derechos históricos, la pluralidad lingüística y cultural o la calidad de los servicios públicos es un deber político coherente con nuestro compromiso. Pero hoy se suman a esos pilares los derechos emergentes del siglo XXI: los digitales, los ambientales, los vinculados a la movilidad sostenible, a la equidad económica o a la justicia de género. Frente a los retrocesos autoritarios y los discursos que cuestionan las libertades conquistadas, debemos reforzar el papel de una juventud aragonesa crítica, consciente, libre para decidir su proyecto vital.
La inteligencia artificial, por ejemplo, ha comenzado ya a transformar el empleo, la educación, la economía, incluso nuestras relaciones sociales. No podemos permitir, desde la izquierda, que esta revolución tecnológica agrave las desigualdades existentes entre territorios y personas. Es imprescindible avanzar hacia una alfabetización digital universal, garantizar derechos digitales efectivos y establecer marcos éticos claros que eviten la mercantilización de la intimidad y el pensamiento.
La transición energética tampoco puede convertirse, otra vez más, en sinónimo de expolio. Aragón no puede ser tratado como un mero espacio extractivo al servicio de intereses ajenos. Una transición justa exige planificación democrática, reversión de beneficios en las comunidades locales y respeto escrupuloso por el paisaje, el medio ambiente y la economía tradicional.
Junto a ello, emergen otras cuestiones fundamentales para cualquier agenda transformadora aragonesa: el derecho a una vivienda digna y asequible, a una movilidad limpia y equitativa, a la plena inclusión de las personas migrantes, a la defensa de los derechos LGTB. Son conquistas aún frágiles, que deben consolidarse mediante políticas públicas firmes, valientes y con vocación de permanencia.
En este escenario de incertidumbre global, la presencia de CHA en las Cortes de Aragón es, más que una constante, una necesidad del pluralismo democrático. No representamos una nota a pie de página en el libro de la historia parlamentaria, sino una corriente política de progreso sólida, con propuestas rigurosas, arraigo territorial y una profunda vocación de diálogo con los movimientos sociales, sindicales y ciudadanos.
Treinta años después, queremos a ese Aragón como sujeto político con una voz y un voto propio. Seguiremos contribuyendo a construir, desde las Cortes, contando con las voces de las plazas y las calles, un Aragón más justo, habitable y libre. Porque el futuro aún no está escrito. Y merece hacerse, palabra a palabra, con manos aragonesas.