15-M: La construcción de la irrenunciable utopía

“Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Ese es el problema.” 1984, George Orwell.

DE LA INDIGNACION AL MOVIMIENTO POLÍTICO

Está cercana ya la fecha en la que se cumplirán los primeros diez años del nacimiento del denominado “Movimiento 15-M”.

Ante esta circunstancia ARAINFO nos ha brindado la oportunidad de participar en esta serie compartida de artículos, con la que se pretende, desde diferentes puntos de vista, realizar un primer análisis de lo que supuso su irrupción en la vida social y política, transcurrida esta primera década desde aquel mes de mayo de 2011.

Por este motivo quisiera aprovechar estas primeras líneas para felicitarles públicamente por la iniciativa y agradecer, como partido y también personalmente, el ofrecimiento realizado para poder participar en esta serie de reflexiones.

El planteamiento editorial del medio digital aragonés cabe calificarlo, cuando menos, como un objetivo tan ambicioso como enriquecedor, ya que se pretende, desde diferentes planteamientos políticos, ofrecer una visión, lo más poliédrica posible, tanto sobre lo que supuso el movimiento en su día (tras su irrupción espontánea en las calles, en las plazas, en las redes sociales…) como de los cambios políticos provocados posteriormente, sin obviar las consecuencias que su irrupción en la escena social generó y lo que aún puede provocar en el futuro más próximo.

La inclusión de la frase del escritor inglés, nacido en la India, a modo de preámbulo de este artículo, expone como un antecedente lo que el pensador británico avanzaba sobre la docilidad de las masas populares, dado que, en la mayoría de los casos, consideraba que no eran capaces de reaccionar, a pesar de ser claramente víctimas de situaciones injustas.

No es el caso, el 15M demostró que la sociedad se rebeló al viento, en un movimiento sin precedentes, en este siglo al menos, pero con claros antecesores políticos, al que se sumaron no solo los más jóvenes, sino personas de más edad, desencantadas con lo que estaban viviendo, buscando y encontrando en este movimiento motivos suficientes para seguir creyendo.

Compartimos la idea expresada por politólogas como Cristina Monge quien expone como esta indignación se transformó en todo un movimiento político, un hito en el camino de la historia contemporánea,  marcando claramente un antes y un después. Un giro, tanto en las formas como en el fondo, de hacer, ser y estar en la vida política. Fundamentalmente porque su pretensión de dar un impulso democratizador en la sociedad, de abogar por una repolitización de la misma, sigue siendo, una década después, una demanda incumplida.

La crisis económica internacional, con un poderoso impacto derivado en España por su modelo de desarrollo tan ligado al sector inmobiliario, unida al deterioro democrático generado por los continuados y cuantiosos casos de corrupción en partidos políticos mayoritarios de la derecha  (cuya resolución todavía colea en los tribunales diez años después), fueron varios de los detonantes de la “pacífica explosión ciudadana” que pretendía cambiar lo existente, haciendo saltar las costuras de un modelo constitucional, hasta entonces intocable para el poder.

A esta quiebra política y económica se añadió que las medidas impuestas por los diferentes gobiernos para tratar de afrontar la grave crisis económica fueron un acelerante para agravar el “incendio social provocado”.  “Las decisiones adoptadas para atajar el problema resultaron ser incluso peor que la propia fractura producida tras el final del periodo de desigual crecimiento anterior”. Así lo exponía en su momento Chesús Yuste, el diputado de CHA por la Izquierda de Aragón, en la tribuna del Congreso de los diputados.

De este modo el “pensamiento neoliberal”, renacido en los años ochenta del siglo pasado, barría con absoluta displicencia el incipiente Estado de bienestar. Las drásticas imposiciones de Europa a la hora de exigir el cumplimiento estricto de los llamados “techos de gasto de las administraciones públicas” servían de espejo donde se reflejaban con nitidez las medidas adoptadas por el Gobierno de Mariano Rajoy. El desmantelamiento de lo público y las políticas recentralizadoras fueron la tónica de esa etapa de mayoría absoluta.

En este momento el Gobierno aragonés, liderado por Luis Fernanda Rudi, asumía y aplicaba, sin ningún síntoma de protesta, todas las recetas políticas dictadas.

El resultado de la crisis, unido al de los  recortes, provocó un impacto prolongado en el tiempo, conocido por toda la sociedad y padecido por la mayoría de la población, reproduciéndose episodios desconocidos desde finales de la postguerra civil española, con lamentables carencias de los recursos económicos mínimos para afrontar gastos esenciales, los básicos para garantizar la dignidad de la vida.

El 15M, nacido incluso antes de todas estas decisiones, tuvo el espacio suficiente para denunciar esta praxis política con el abismo que se produjo entre las decisiones de los representantes y las demandas de los representados, entre las instituciones públicas y la mayoría de la ciudadanía. Creciendo en su capacidad de articular su alternativa, de calar en la sociedad como no había ocurrido con ningún otro movimiento en etapas recientes.

La denuncia masiva y prolongada en el tiempo de todo tipo de personas anónimas supuso un cambio no esperado, alteró el status quo de la clase dominante, incapaz en su mayoría de entender lo que estaba pasando. No se podría predecir en su momento en que acabaría convirtiéndose, si era el comienzo de una “segunda transición política”, o un mero movimiento social con fecha de caducidad, pero supuso, sin ninguna duda, un aviso político sin parangón, con una enorme capacidad de extenderse capilarmente entre la sociedad.

DEL MOVIMIENTO POLÍTICO A LAS INSTITUCIONES

La canalización de la multitud de propuestas desde las tiendas montadas en las distintas plazas supuso como final  tratar de confluir en las instituciones democráticas. Dando un salto a la política que hacía décadas que no se producía entre este tipo de movimiento sociales.

No deberíamos pasar por alto el papel jugado también por las distintas mareas que en forma de colores, verde, blanco, naranja, azul, violeta…, movilizaron las reivindicaciones educativas, sanitarias, sociales, ecologistas y feministas de un modo constante por las calles y plazas en todos los lugares tras aquel 15 de mayo.

El proceso de construcción evolucionó hacia la creación de toda una alternativa política, algo distinto a lo que se estaba viviendo en el ámbito de los partidos por aquel entonces. El objetivo era no generar frustración ante las expectativas creadas, no perder el laborioso trabajo desarrollado.

Se abrieron distintas vías para dar salida a esta ingente actividad. En este tránsito se abrieron varias posibilidades, desde las actitudes que no planteaban dar ese salto institucional hasta las que abiertamente pasaban por la creación de un nuevo partido político, sin olvidar por la opción de constituir diferentes alianzas municipales entre distintos sectores recogiendo ese espíritu de las plazas y calles del 15M.

Finalmente esta entrada política generó un “terremoto en el sistema establecido” en el que las personas asentadas en la izquierda encontraron en estos nuevos partidos esa espita de ilusión, compartiendo espacio con otros sectores que nunca habían participado de manera tan activa en democracia y que descubrieron en este movimiento la esperanza de participación esperada.

Es evidente que sin este bagaje del 15M muchos de los partidos y candidaturas ciudadanas no estarían todavía hoy presentes en la ampliación del espectro político. Ni todas las personas participantes dieron el salto y no todos los que ahora están en las instituciones estuvieron en ese movimiento aunque beban de su fuente ideológica.

La carrera había comenzado y la progresión del crecimiento en votos de estas nuevas opciones políticas, elección tras elección, subía sin conocerse su techo.

Sin embargo, el paso de la praxis teórica a la realidad institucional aunque  generó aspectos muy positivos al incluir en la agenda política cuestiones de carácter sociales, de regeneración democrática, de participación ciudadana,  también produjo, a nuestro juicio, las inevitables decepciones políticas.

La ponencia política de CHA, allá por 2016 ya indicaba: “La expectativa del cambio real consiguió ilusionar a una parte importante de la ciudadanía. Sin embargo hasta ahora han demostrado poca capacidad operativa, más allá de  sus discursos grandilocuentes y de intentar monopolizar el discurso de la honradez  política. Nuevas fuerzas que abanderan nuevas políticas pero que en cuanto han  tenido ocasión de ejercer lo legítimamente ganado en las urnas no han  demostrado nada nuevo, más bien su inexperiencia o falta de sentido político de  lo que ya hemos sido testigos en Aragón. Lo que sí han demostrado es su absoluta  falta de interés por los asuntos aragoneses, a veces hasta el desprecio, lo que hace  que debamos estar muy atentos en la defensa frente a ellos de las propuestas para  nuestra nación, en un más que posible giro centrípeto de las políticas del Estado”.

Precisamente fue la ausencia de ese aragonesismo político en las propuestas de los nuevos partidos fue una de las razones por las que desde CHA no participamos en los movimientos de confluencia pre-electoral en las elecciones aragonesas y locales.

Entendíamos que era necesario mantener una voz propia y diferenciada, sin querer entrar en una competencia, sino para movilizar precisamente al electorado que sí deseaba esos mismos cambios políticos, pero que no encontraba los mensajes de revitalización del medio rural, de mejor financiación para Aragón para atender nuestros sistema público o la defensa del territorio por encima de los intereses de Madrid.

Y AHORA, ¿QUÉ HACEMOS CON EL FUTURO?

Quedan muchas cuestiones pendientes por resolver de los planteamientos políticos de este movimiento 15-M. Sin olvidar en el marco actual en el que se debe resolver la acción política, inmersos en la llamada  “modernidad líquida”, tal y como la definen sociólogos como Bauman. La rapidez en los cambios de todo tipo, junto a la sensación de inestabilidad en todos los ámbitos, laborales, económicos, tecnológicos, son factores sociales que entran en retroalimentación con  las cuestiones políticas.

Sucesos como la pandemia de la COVID19, las crecientes desigualdades sociales, el desafío del cambio climática, el crecimiento de la ultraderecha vienen a ahondar en esta idea de inmediatez e incertidumbre que afecta a las personas excluidas, pero también “la gente que ya tiene un empleo  pero experimenta la fuerte sensación de que hay altas posibilidades de que también se conviertan en desechos”, tal y como lo definía el pensador polaco.

Debemos tener en cuenta un nuevo factor de debilidad en esta construcción política de décadas, dado que también ha sido golpeada duramente por el ariete ideológico de los nuevos partidos de la derecha en esta etapa.

Ocultos bajo el manto de la denominación de la nueva política , desde el otro lado del espejo, cuestionaron aspectos esenciales sobre los que existía un cierto consenso y hablaron sin tapujos de limitar el poder de las autonomías, con la pretensión de avocar para el Gobierno de España competencias tan básicas como la sanidad o la educación, renunciando a la gestión descentralizada, o avalando la desaparición de los ayuntamientos más pequeños, mayoría en Aragón por cierto, en pro de un modelo centralista y reductor de lo público.

Ese empuje abrió las suficientes brechas como para que el discurso destructivo de la ultraderecha entrara sin pudor, sin vergüenza y sin reparo en las instituciones más representativas de todo el Estado, con ideas que hace unos años obtenían un ínfimo apoyo electoral. Se aboga por la desaparición de gobiernos autónomos propios o por la ilegalización de partidos, como podría ser el caso de CHA, simplemente por el hecho de definirse como aragonesista de izquierdas. Sin olvidar la indignante ruptura del acuerdo político y social de condena contra la violencia machista.

Por este motivo entendemos que, desde la actividad política y la institucional, se debe tratar de mantener y ampliar ese legado de nueva política generado en el 15M.

Esa capacidad de apertura hacia los nuevos valores en aspectos clave en este periodo como la co-gobernanza entre las diversas administraciones públicas y la propia sociedad, basada en una serie de principios irrenunciables para evitar la pérdida de valores democráticos como son:

– La vuelta al clásico de los pensadores de la política de la antigua Grecia que denominaban “idiota” ( ἰδιώτης) a aquella persona desinteresada por todo lo público. Debemos conseguir que lo personal sea político, que todo lo público nos afecte porque nos afecta y alcanzar un compromiso en estos procesos de renovación política para que sean más eficaces y duraderos en el tiempo.

– La profundización en el poder de lo público como garante de un sistema donde nadie se debe quedar atrás. La crisis sanitaria de la COVID-19 ha demostrado lo imprescindible de la acción de las administraciones públicas.

– Avanzar hacia la toma de decisiones desde el lugar más cercano al problema, con un doble sentido: capaz de dar una salida a las identidades nacionales en toda Europa, como de lograr una mayor eficacia en la aplicación de las políticas. Desde el territorio se conoce más y mejor lo que ocurre, por lo que las medidas adoptadas tienen más posibilidades de ser realmente eficientes.

-La transparencia en la acción de gobierno con todo el acceso abierto a los datos, las decisiones, los proyectos y propuestas desarrolladas por las diferentes administraciones públicas, con el fin de conocer, saber e implicar.

-La atención a  las demandas reales de la sociedad, donde la política esté orientada a la solución de conflictos, a la colaboración entre los distintos sectores de la izquierda, no al interesado protagonismo partidista. La competencia es un valor de las derechas. La solidaridad, la igualdad y la justicia social lo son de las izquierdas.

-La explicación continua y evaluada de las decisiones tomadas y programas desarrollados por los gobiernos, como método eficaz destinado a la mejora constante en la puesta en funcionamiento y revisión de las políticas públicas.

-La colaboración entre los poderes públicos a la hora de la toma de decisiones, con una estructura más horizontal, donde el poder y el voto de los distintos países que conformamos ahora el Estado tenga el peso correspondiente.

En definitiva explorar por la vía colaborativa abierta aquel 15M, por la ilusión de un cambio, con la construcción de las propuestas renovadoras que conforman parte del legado sobre el que debemos seguir buscando una alternativa social más justa a lo existente. Hagámoslo posible.



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