Erradicar toda violencia contra la mujer

Isabel Lasobras, Secretaria General de Chunta Aragonesista

El 25 de noviembre, instituido en recuerdo a las hermanas Mirabal, asesinadas por su resistencia a la dictadura en República Dominicana, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Es crucial que no permitamos que esta fecha se diluya en una conmemoración más del calendario, carente de impacto real.

La violencia machista es una lacra que sigue cobrándose vidas y destruyendo familias. Las cifras son devastadoras: desde 2003 hasta julio de 2024, 1.271 mujeres han sido asesinadas en España por violencia de género. En el mismo período, 62 menores han sido víctimas mortales y 454 niños y niñas se han quedado sin familia. Estos números son más que estadísticas; son recordatorios dolorosos de una sociedad que aún no ha logrado proteger a las mujeres y las niñas de una violencia estructural y persistente.

En Aragón también sigue siendo un problema transversal que afecta a mujeres de todas las edades y condiciones sociales. La violencia machista no entiende de fronteras ni de contextos socioeconómicos. Se manifiesta de múltiples formas: desde la violencia física y psicológica dentro de la pareja, hasta la violencia sexual, el acoso, la trata de personas con fines de explotación sexual, el alquiler de vientres, la pornografía, la mutilación genital femenina, los matrimonios forzados y muchas otras expresiones igualmente aberrantes. Todas ellas tienen un denominador común: son el resultado de una estructura patriarcal que sigue perpetuando desigualdades, dominación y abuso hacia las mujeres.

La respuesta a esta realidad no puede ser superficial ni puntual. Necesitamos políticas públicas que estén a la altura del problema. Debemos abordar la violencia contra las mujeres, todo tipo de violencia, de manera integral y garantizar la seguridad y el bienestar de todas, sin importar dónde vivan o su situación económica.

Y ante este problema, ¿qué medidas concretas debemos adoptar? Varias y diversas, por ejemplo, conseguir, de manera urgente, que los municipios de más de 2.000 habitantes en Aragón implanten el sistema VIOGEN, una herramienta esencial que permite el seguimiento y protección de las víctimas de violencia machista. Además de asegurar una colaboración efectiva entre los cuerpos policiales, los servicios sociales y los centros educativos, de modo que se pueda intervenir de manera eficaz.

También debemos garantizar que las mujeres que viven en áreas rurales tengan acceso a los recursos que necesitan para salir del círculo de la violencia. La creación de nuevos centros de acogida y el aumento de las medidas destinadas a garantizar la asistencia psicológica y jurídica especializada son pasos esenciales en esa dirección, evitando barreras geográficas en el acceso a estos servicios en función del lugar donde se viva.

Otra cuestión urgente, en el ámbito del Estado, es la regulación de la pornografía, especialmente en lo que respeta al acceso de menores, dado que se fomenta una visión de la sexualidad que normaliza la violencia, el abuso y la sumisión de las mujeres. O también es necesaria la aprobación de una regulación integral de la prostitución y la trata en términos abolicionistas, estableciendo acuerdos internacionales para perseguir y acabar con las redes esclavistas de tráfico de personas con fines de explotación sexual.

Por último, es esencial prohibir la explotación reproductiva de las mujeres, incluyendo la práctica del alquiler de vientres, que no es más que otra forma de mercantilización del cuerpo de las mujeres. También debemos asegurarnos de que España sea un lugar seguro para las mujeres y niñas migrantes y refugiadas.

Es necesario mejorar la respuesta institucional a la violencia machista, pero también la educación juega un papel fundamental en la prevención de la misma. Es urgente reforzar los planes de estudios para incluir formación en igualdad, respeto y prevención de todo tipo de violencia desde edades tempranas. Además, el profesorado debe recibir formación obligatoria en perspectiva de género para que pueda identificar y combatir comportamientos y actitudes que perpetúan la violencia y la discriminación.

En conclusión, no podemos permitir que las cifras de mujeres víctimas de violencia sigan creciendo. Cada vida perdida, cada mujer herida, es una llamada de atención que nos obliga a actuar. No es un problema aislado ni coyuntural es un síntoma de una estructura de poder que sigue fallando a las mujeres.



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