Hacia una gestión descentralizada de residuos en Aragón

Joaquín Palacín, presidente de Chunta Aragonesista

El Plan de Gestión Integral de Residuos de Aragón (GIRAPEC) 2024-2030 se enfrenta a un reto crucial: garantizar la sostenibilidad ambiental en un territorio caracterizado por su baja densidad poblacional y la dispersión territorial.

Para responder a este desafío, el GIRAPEC debe rediseñar su enfoque, priorizando infraestructuras descentralizadas adaptadas a las necesidades territoriales de Aragón. Esto implica desarrollar pequeños vertederos y plantas de valorización ubicadas cerca de los focos de generación de residuos, minimizando los costes y el impacto ambiental del transporte. Estos centros deben incluir plantas locales de compostaje para residuos orgánicos, estaciones de transferencia móviles para cubrir zonas rurales, y puntos de reciclaje para materiales específicos como textiles, electrónicos y plásticos. Además, los grandes vertederos existentes deben reconvertirse en nodos de innovación que combinen su función actual con tecnologías avanzadas de valorización y reciclaje, reduciendo su dependencia como destino final.

Un ejemplo, la vida útil del vertedero de Zaragoza se estima en solo doce años, de los cuales quedarán aproximadamente seis al final del actual plan. Gestionando el 72% de los residuos generados por la población aragonesa, resulta imperativo abordar el futuro modelo territorial de gestión de residuos. La dependencia de una infraestructura centralizada no solo genera vulnerabilidades operativas, sino también incrementa los costes y las emisiones asociadas al transporte. Este modelo debe evolucionar hacia una red descentralizada que cumpla con los principios de proximidad, autosuficiencia y economía circular establecidos en la Directiva (UE) 2018/851.

La creación de consorcios comarcales sería esencial para gestionar estas infraestructuras descentralizadas. Estos consorcios permitirían coordinar recursos a nivel local, fomentando la colaboración entre municipios y asegurando una distribución equitativa de las responsabilidades. A su vez, incentivaría la participación activa de las comunidades rurales en la economía circular, promoviendo proyectos de reutilización y reciclaje que fortalezcan las economías locales.

La transición hacia este modelo descentralizado también requiere una fuerte apuesta por la digitalización e innovación. La implementación del sistema eSIR para el monitoreo en tiempo real del transporte y la gestión de residuos garantizaría la trazabilidad y transparencia del proceso. Por otra parte, plataformas digitales podrían conectar generadores de residuos con empresas recicladoras y reutilizadoras, fomentando sinergias que impulsen la economía circular. Estos avances no solo optimizarían la logística, sino que también reducirían las emisiones asociadas al transporte, alineándose con los objetivos climáticos europeos.

La descentralización no solo es una respuesta pragmática a los retos operativos y ambientales actuales, sino también una estrategia para garantizar la sostenibilidad a largo plazo. Con indicadores específicos como la cantidad de residuos tratados localmente, la reducción de emisiones de transporte y el incremento en tasas de reciclaje y reutilización, el progreso del nuevo modelo sería medible y transparente. Además, este enfoque podría generar beneficios económicos significativos, como la creación de empleo verde en las comarcas y la reducción de los costes operativos del sistema.

En conclusión, el GIRAPEC, a juicio de CHA, debe adoptar una visión más ambiciosa que trascienda el horizonte de su plan actual. La vida limitada del vertedero de Zaragoza subraya la urgencia de redefinir el modelo territorial de gestión de residuos en Aragón. Una red descentralizada no solo cumpliría con los principios de la Directiva Europea, sino que también transformaría el sistema de gestión de residuos en un pilar de sostenibilidad y desarrollo territorial.

La oportunidad de liderar este cambio está en nuestras manos. Es el momento de actuar.



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